Las capas del alcaucil

Todos nacemos felices. Llegamos puros, libres, inocentes, con el corazón de oro. Por eso creo que la felicidad no es ni un destino, ni el camino. Es un estado.

Llegamos felices, pero al crecer, la vida y la gente que nos rodea —con sus voces, sus heridas, sus violencias y sus advertencias— empiezan a cubrir nuestro corazón de capas, como un alcaucil, con hojas cada vez más duras. 

Miedo tras miedo. Inseguridad ante inseguridad. Capa sobre capa, nos olvidamos de aquello que en realidad nunca se va.

Y así como olvidamos, también rememoramos. En momentos increíbles, llenos de paz, logramos atravesar esas capas y espiar, como por la la hendija de una cerradura, aquello que tenemos bien guardado, muy adentro. 

Pero también creo que, si tenemos el coraje de mirar en lo profundo,
de sacudirnos lo impuesto, y de soltar lo que no es nuestro, podemos
descubrir que debajo de todo aún late el origen: Una calma esencial, intacta, diáfana, que espera resurgir.

Aprender en la vida entonces, y lograr el estado de felicidad, no trata de convertirnos en alguien nuevo. Trata por el contrario, de quitarnos toda esa coraza y de volver a ser quienes fuimos, renacer en nosotros mismos.

Pero entonces te preguntarás,  ¿cómo me quito esas capas? 

Sole te diría: 

No te dejes envolver por el trapo de los miedos o las inseguridades. No les des importancia a esos momentos en los que creemos que no podemos con una situación o circunstancia. Sería bueno que te sepas reir de esos momentos para plantarte de cara al miedo y decirle: "¿Que  soy incapaz? ¿Qué no puedo?" ¡Venga ya! No me hagas dudar de vivir la vida, cuando puedo vivirla con más alegría y más realismo. Miedo, no me vas a controlar a mí, soy yo quien va a controlarte. Y le diré: "¡BASTA! ¡HASTA AQUÍ! ¡PORQUE LO DIGO YO!" Porque soy yo la única persona capaz de tener ese control de mi vida, nadie más puede hacerlo por mí. Y yo soy la más interesada en vivir la vida con simpleza, sin ataduras y con frescura, sin que me carcoma ningún miedo.

Que así sea.

Nota: Agradezco la contribución especial de Sole en este pensamiento.

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