Papá me enseñó muchas cosas, pero el gran legado que me dejó fue enseñarme a trabajar, a trabajar mucho. A él le tocó alimentar una familia de diez, bueno, doce, o más, porque siempre habían invitados en casa. No puedo imaginarme el nivel de estrés que pudo haber pasado, pagando colegios, obra social, servicios, etc. Gestionando deudas. Buscando descuentos.
En casa el teléfono y la tele tenían candado. Pero como buenos hackers, con mis hermanos supimos sortearlos. Y papá lo sabía. Pero también sabía elegir las batallas que debía pelear.
Papá estuvo siempre atento. Fue un gran observador, y tenía buena memoria. Podía mantener dos millones de temas en simultáneo. Por eso te mandaba un WhatsApp y te dejaba loco con una pregunta de seguimiento a un tema muy específico que le habías contado. Y mantenía charlas y chats con cientos de personas, todo el tiempo. Tenía una base de datos gigante y eficiente en su cerebro.
Era un tipo alegre y carismático. Su metro ochenta y uno y sus dos faroles celestes lo ayudaban. Era un tipo querible, memorable. Un luchador de la vida, y un busca. Papá no paraba, nada lograba detenerlo. Él sabía cuáles eran los hilos que había que mover para que algo pase. Sabía como llegar a la verdad de una historia, haciendo las preguntas correctas a las personas adecuadas en el momento justo.
Papá fue abogado, pero nunca le gustó ejercer. Por eso buscó la docencia, para bajar la cuota del colegio, y el comercio. Era un gran comercial. Combinaba su don de gente con sus habilidades de persuasión. Vendía lo que sea. Hasta un plan de mudarse a Ecuador con toda la familia con una oportunidad de trabajo que nunca se le dio. Pero enseguida se reinventó y consiguió otra.
Papá tuvo varias transformaciones profundas. Cuando encontró su camino espiritual, cuando sus hijos crecimos -y dejó de sentir la presión de proveer-, cuando fue abuelo, cuando supo que se moría. Esas son las que más recuerdo, las que compartió él mismo; pero seguro ha habido otras. Papá aprendió, a la fuerza creo yo, pero aprendió, y cambió. Cambió su forma de comportarse, su manera de ver el mundo, cambió su discurso, pero mantuvo sus valores.
Papá fue un hombre con una fe profunda. Aún en sus últimos días no dejaba pasar oportunidad alguna para completar su labor apostólica. Siempre respetando, eso sí. Un gran respetuoso de la verdad, y de quienes se esforzaban por llegar a ella. La vida hizo que rompiera muchos de sus paradigmas profundos, y lo moldeó como una persona flexible y sensible a otras realidades y preferencias.
Papá se fue, pero se queda. De eso estoy seguro. Se queda en nuestros corazones, en los corazones y los recuerdos de quienes tuvimos la fortuna de conocerlo, y de disfrutarlo.
Gracias papá. Me costó mucho pero logré decírtelo varias veces: Te quiero, y ahora también te extraño.

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