Extraño suena raro

Extrañar debe ser uno de esos verbos que desde chico me llamaron más la atención. Algo era extraño cuando era desconocido. Pero después yo extrañaba a alguien cuando no estaba conmigo. Que extraño, que raro. Hasta sonaba raro. Hoy en día extrañar se pinta de melancolía y de alegrías pasadas...pero también extraño, y mucho, a mis amigos y amigas, que a lo largo de todos estos años me han ayudado a ser un mejor ser humano. A los de verdad los extraño.

Extraño a quienes pasaron conmigo noches eternas con madrugadas frías, a veces a la intemperie. Ahí cuando se ponía tan frío que entre todos nos convencíamos que no estaba tan mal. A otros que se quedaron conmigo en momentos que necesitaba llorar. A quienes supieron escucharme sin reirse, también a quienes se mataron de risa conmigo. A los que me ayudaron a soñar un mundo mejor. A los que hablaron conmigo de temas tan irrelevantes, que llegamos a dignificar la existencia. A quienes supieron pasar el tiempo sin hacer nada, de nada.

Extraño a quienes me enseñaron a caminar por la montaña, a los que hicieron y escucharon música conmigo, a los que hicieron deporte conmigo, a los que pasaron noches enteras estudiando y editando videos o revistas, a los que me dijeron la verdad, aunque doliera. También extraño a los que tuvieron el coraje de confiarme sus secretos más íntimos, y a los que me pidieron consejo. A quienes me acompañaron cuando yo crecía, me buscaron cuando me escondía, y me llamaron cuando más temía. De verdad que los extraño.

Hoy estoy lejos de la mayoría, y los extraño. Porque también sé que ellos me extrañan. Pasan a veces muchos años sin vernos ni hablarnos, pero saben que tienen su cuarto en mi corazón, y que cada vez que hablamos o nos vemos es como si nunca hubiésemos estado lejos. Gracias, mil gracias, por estar y haber estado. A ustedes todo se los debo.