La vida vale muy poco (Parte II)

(Foto: A. Schmidinger)

Parte I

Dónde lo dejo, me dijo. No sé, le respondí, y en seguida me dí cuenta que mi respuesta podría generarle mayor incomodidad. Donde le quede bien, pasa por la estación central de buses? Sí claro, me dijo un tanto desconcertado. No quería involucrarlo más, pobre tipo, todavía que había tenido la gentileza de llevarme gratis. Ahí me bajé. No había ni un perro en la calle. Ya era tarde, pero tampoco tanto. Lo primero que hice fue buscar un lugar de comida, a esa altura tener hambre era una constante. Pero todo estaba cerrado.

Después de caminar unas cuadras llegué a un local de comidas rápidas. Esperé en la puerta. Sabía que en algún momento algún empleado saldría a ofrecerme algo, por compasión o para que no se fueran los pocos clientes que quedaban dentro. Si entraba pensarían que era un ladrón, llamarían a la policía. Ya no quería más problemas. Pero lo había pensado bien, al rato sale una de las cajeras y me ofrece algo: Tenemos esto que encargaron y no pasaron a retirar,lo quiere? Es de las 8. Miré, estiré mi mano lentamente y dije muchas gracias. Apenas pude dar una sonrisa tímida a cambio. Pensaba en lo bien que estaría la persona que lo ordenó y nunca pasó a retirarlo. Que poca hambre tendría.

Yo no podía darme ese lujo ahora. Cada oportunidad de comida era única y valiosa. Y no robé porque nadie dependía de mí para comer, sino hubiera robado. Comí bien, suficiente. Guardé una parte para el día siguiente había aprendido a cuidar lo que tuviera, a racionar. Ese era el punto clave de la supervivencia: Necesitar poco y distribuir bien. No puedo negar que la abundancia y el derroche de gente que me rodeaba ya se había convertido en una idea que no podía tolerar.

Parte I

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