No me puede pasar a mí

Salís a la calle, vas caminando, sin apuro. En la esquina un chico pidiendo una moneda. No parece que tenga hambre. Seguís tu camino. Parás en un negocio, comprás algo que te gusta. Pensás que es muy caro, pero sino para qué está el dinero. Te diste tu gustito. Pasás por un lugar que te recuerda a cuando tenías 9 años. Se te antoja comer algo. Te acordás de un lugar donde preparan esa comida que tanto te gusta. Entrás en el subte. Una señora sentada en el piso con ropa sucia y rota te ofrece venderte unos pañuelos de papel. No quiero, le hacés con la cabeza. Y su hijito de tres meses llora mientras se desparrama por el piso. Llegás a la estación final y salís a la calle. Era por acá.
Ves una foto en el diario de una familia humilde que tiene que abandonar su casa por las inundaciones. Se la llevan los bomberos en un bote. Te llama la atención. Pobre gente, pensás. Y seguís tu camino.
En el fondo pienso que esto no puede pasarme a mí. ¿Y si me pasara? ¿Y si algún día me tocara estar rogando por una moneda? Aplicás efecto mental cambio de canal y ya estás pensando en el postre que vas a pedir. Se te antoja queso y dulce. A mí no me va a pasar. Basta, por qué me persigue eso. ¿Qué culpa tengo? ¿Qué culpa tienen los que ahora lo necesitan? ¿Cómo puedo estar bien y sentirme bien, si las personas que me rodean no lo están? Su problema, yo tengo los míos. Llegás, te sentás, pedís la carta. Señor, me acuerdo que vendían acá un pollo con champiñones...¿no está más? No está más. Que no es temporada de champiñones...no me jodan. Te levantás y te vas. Ese lugar ya no es lo que era antes. Camino de vuelta volvés a ver la foto del diario...luego a la señora vendiendo los pañuelos y finalmente al chico que te pide otra vez una limosna. Trataste de evitarlo cambiando de camino, pero la realidad no se cambia evadiendo rutas. Te decidís a ayudar. Te acercás a ese chico. ¿Cómo te llamás? ¿Por qué estás en la calle? Su papá lo obliga, pero te inventa algo al principio. Lo invitás a comer al una hamburguesa y te cuenta más. Le ponen metas diarias y si no las logra mejor que ni vuelva a la casa. No tiene tiempo futuro, ni sueños. No tiene oportunidades, y en el fondo, lo convencieron de que no tiene derechos. Me quedo charlando y empieza a alegrarme que no haya sido temporada de champiñones. Me enseña, con cada cosa que dice. Me deja pensando...y termino de hacerme a mi mismo la misma pregunta, una que me parece egoísta y me llena de angustia ¿no me puede pasar esto a mí? Termina de comer, me despido por su nombre...y él pronuncia el mío. Y paso de una tristeza a una sonrisa inexplicable, una sensación que antes no había sentido. Pienso que hoy hice algo que valió la pena, que por lo menos a él le alegré un poco su vida. Y yo me alegré la mía. Y de pronto encuentro otra razón, diferente a la anterior pero también egoísta...y voy a hacer esto más seguido, porque aprendo, porque me alegra, porque ahora puedo.

Hacelo por la razón que sea, pero hacelo. Acciones solidarias marcan tu corazón para siempre, te convierten en una mejor persona, te re-significan como ser humano...te llenan de sentido y te dejan algo inexplicable que tarde o temprano se transforma en una sonrisa...tuya, y del otro.

Comentarios

  1. Qué bonita reflexión, gracias Juan! :-)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. qué lindo Juan... recien entro a tu blog x primera vez,y me gusta (encanta) todo lo que vengo leyendo!

      Eliminar
    2. Hola Aburrida, no sé quién sos pero te agradezco mucho el comentario. :-)

      Eliminar

Publicar un comentario