¿Qué, mi palabra no vale?



Esto puede sonar a discurso de abuelito con añoranzas de que todo tiempo pasado fue mejor. Puede ser. Yo creo que no, que algunas cosas mejoran y otras empeoran, y que es muy difícil generalizar. Aunque una de las cosas que creo empeoró, y notablemente en generaciones más nuevas, es que la palabra dada cada vez tiene menos valor.

Una vez comenté sobre esto y me dijeron que está directamente relacionado con el creciente individualismo y el egoísmo. Hay que tener cuidado, porque si se acentúa esta tendencia, vamos a terminar mal. Si yo digo algo, el otro espera que lo cumpla. O al menos que le avise con anticipación si no voy a poder cumplirlo. Parece un principio básico, pero no es tan evidente para algunas personas.

Cuando se promete, se acuerda o se establece algo, se espera que ambas partes queden pendientes de que esto se cumpla. Y lo mínimo que se espera es esta preocupación.

Cuando se sabe que uno va a incumplir, ya sea por olvido, por razones ajenas a nuestra voluntad o por cambio de planes, simplemente se avisa lo antes posible para que la otra persona pueda "despreocuparse". Y si uno se olvida pide disculpas apenas se acuerda.

Se trata de ponerse en los zapatos del otro, que puede haber hecho planes o arreglos para cumplir con el acuerdo, y mientras antes sepa que no sucederá, le damos más tiempo para que pueda hacer los cambios necesarios o nuevos planes.

Ahora bien, sin ninguna rigurosidad estadística, pero basado en la experiencia y comentarios de algunos, al parecer los nuevos medios -como el chat o el WhatsApp- han empeorado aún más esta situación. Para muchos el valor de la palabra en un medio que es considerado "informal" pareciera ser muy pobre.

Algunos ejemplos de chats con promesas incumplidas:
- "Te escribo en 20 minutos apenas llego..."
- "Nos vemos el sábado a la mañana seguro"
- "Ya te lo mando"

O los silencios interminables en el medio de una conversación. Porque sin dudas que la parte de instantánea de esta mensajería no es más que una mentira. Instantánea es una conversación cara a cara, incluso telefónica. Pero el chat, a pesar de los esfuerzos de agregar íconos coloridos para saber en que momento la otra persona recibe, abre y lee el mensaje, parece tener una lógica diferente. El chat se sabe cuando empieza pero nadie tiene idea cuándo termina.

Puede que sea el medio, o que el medio colabore o empeore la situación, puede que sean nuevos patrones culturales que llegan con las nuevas tecnologías...¿quién sabe? Lo que sé es que es una pena que tengamos que acostumbrarnos a comenzar a poner en duda constante cuando alguien te promete algo. Yo no me quiero acostumbrar, quiero seguir creyendo en uno de los activos más importantes que guardamos o debemos cuidar, el valor de nuestra palabra.

Foto: Alejandra Álvarez L.

Comentarios

  1. Definitivamente. Ya decía Napoleon que la mejor forma de cumplir con la palabra empeñada es no darla jamás... felicitaciones por el blog, pero viene un poco lento...

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