¡Que siga la fiesta!

Guardamos aquellas cosas especiales para el día en que decidimos celebrar. Bajo llave. La vajilla buena, ese vino caro, el vestido que se hizo a medida, las sillas sin funda... ahí se queda todo aquello, bien guardado, para ese día que llega después de tanto esperar.

Así, de esa misma forma se nos va la vida, esperando ese día único, diferente, anormal. Así, rápidamente pasan los días, usando los platos diarios, para cuidar la vajilla especial. 

¡Como si la vida no fuera suficiente motivo de celebración! Como si cada respiro, cada abrir de ojos al despertar, cada olor...cada vez que oímos un sonido, no merecería un grito de alegría y una verdadera fiesta, con el mejor vino. 

Qué fácil nos acostumbramos y pasa a ser normal. ¡Que pena! Y esa sonrisa, ese respiro profundo seguido de esa mirada, ese dolor que se fue, ese abrazo, ese beso...¿No lo deberíamos celebrar? 

Que las maravillas que vivimos a diario no se transformen en paisaje, que jamás nos acostumbremos a esos enormes milagros...no dejemos nunca de agradecer y de celebrar. Que siga la fiesta.

Foto: Pepo West. 

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