¡Gané la lotería!

 


Yo sé que no me lo van a creer, pero es verdad, gané la lotería. Esperen, esperen. Déjenme les cuento. Fui a almorzar a la casa de unos amigos, y salió el tema de las apuestas y la lotería. Me gustó mucho la idea que compartieron de jugar con el deseo de que si ganás, vas a ayudar a una lista de familiares y amigos que lo necesitan.

En fin, me recordó a una época en mi adolescencia cuando negociaba con Dios sobre el porcentaje que le donaría a la Iglesia si ganaba la lotería. Luego de un par de intentos fallidos y ya habiendo llegado al límite de la negociación (¡90% para la Iglesia y 10% para mí!) decidí abandonar esa empresa. Por si alguien más la pensó, no pierdan plata.

Ya sé, ya sé, quieren saber qué pasó esta vez. Les cuento. Compré un billete. Una lotería suiza que te ofrece de premio una renta vitalicia con lo suficiente para vivir bien y sin preocupaciones financieras por el resto de tu vida. Me encantó la idea. Primero había que optar por el premio mayor o la renta de por vida. El premio mayor lo veía más como un problema que como una buena noticia, pero la renta de por vida era perfecta. Ahí raspé, y aparecieron 4 números ganadores: el 47, el 39, el 17 y el 49.

Luego tenía que raspar el área de mis números. Arranqué por la derecha y podrán imaginar mi emoción cuando los primeros cuatro números que raspo son los cuatro números ganadores. Gané, gané. Grité. Mi corazón galopaba a fondo. En seguida pensé, tengo que mandar un mail de despedida a mi jefe, tengo que poner como beneficiaria a mi hija menor que va a vivir más años que yo, tengo que esto, tengo que lo aquello, tengo que lo otro...y casi que armé un nuevo plan de vida. Estaba afónico, eufórico.

¡Un momento! Voy a llamar a mis amigos que entienden mejor cómo funciona este juego, no vaya a ser que hay restricciones por ser extranjero, o alguna otra regla que no conozco. "Seguí raspando" me dijeron. Y en ese momento veo que debajo de algunos números, en letra más chica, decía la leyenda "renta de por vida". Entendí, gané, pero como pueden ver en la foto, gané 50 francos suizos (casi 50 dólares!) y por una sola vez. 

Respira profundo. Otra vez. Cinco tiempos para inhalar, mantengo la respiración siete tiempos, exhalo en ocho tiempos. Repito varias veces. 

Ahora bien, lo que nadie me quita, es haber vivido la experiencia de que gané la lotería, la sensación de que de pronto las preocupaciones económicas no serían nunca más una limitación para soñar, o un miedo que me impide hacer otras cosas que me gustarían. Aclaro, soy muy feliz y me siento muy afortunado con lo que hago ahora, pero fue lindo de cualquier modo sentir eso por unos pocos minutos.  

Qué interesante sería que todos pudiéramos pasar por esta experiencia cada tanto y tomar nota de qué haríamos. Luego preguntarnos por qué no lo estamos haciendo. Pero es imposible replicar verdaderamente esta sensación, ya que nuestro inconsciente no nos dejaría jugar libremente y nos diría, no es así, no ganaste. Seguí participando. 

Dejamos de soñar por estos miedos que arrastramos, y cada vez se pone peor la cosa a medida que avanzamos en la vida y no tenemos seguridad financiera. Pero el hecho de dejar de soñar nos limita, y no nos deja aprovechar al máximo nuestras capacidades y nuestro potencial. Tremenda trampa.

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